Escultor
Tienen razón los que afirman que la escultura de Valeriano Hernández es como una vocación intelectual y sensitiva; lo mismo que quien dijo hace tiempo, que la escultura es para Hernández una prolongación de su vida misma. No se entiende la escultura salmantina sin la figura de Valeriano Hernández, y éste no entiende la vida sin la escultura. Una obra amplia y repartida por el mundo, marcada sobre todo por su devoción por lo clásico, aunque haya “arrebatos”, según el autor, que son guiños a lo abstracto.
Valeriano Hernández ha sido docente y alumno. Maestro de escolares y discípulo de canteros en Carrara, de cuyo mármol está literalmente enamorado, de ahí que año tras año visite las canteras y profundice en el conocimiento del material. Visitas que le han llevado a conocer escultores de todo el mundo y le han permitido dejar su obra en numerosos países: Portugal, Francia, Lituania, Japón, Arabia Saudí, Italia, Bélgica, República Checa. Rusia, Finlandia, etc. Pero también exponer, como recientemente en la sede de la Unión Europea, en Bruselas, invitado por la institución. Pero no sólo mármol. La obra de Hernández es también de madera, como la que recientemente ha tallado en un encuentro de artistas en el Círculo Polar Ártico; y de bronce, como la que los salmantinos pueden disfrutar en las calles de Salamanca dedicada a figuras como San Cristóbal, San Juan de Sahagún, San Marcelino Champagnat o La Virgen de La Salud, entre otras. Es, en este sentido, un destacado defensor de la escultura pública proponiendo concursos al aire libre o escribiendo un libro sobre este tipo de obra en la provincia de Salamanca.
Aquí está, también, ese aspecto intelectual y sensitivo que se apuntaba al principio, que podría encajar en el término pasión. Pasión por la escultura, como parte de su vida, como una prolongación de ésta. Fidelidad a sus principios, búsqueda incansable del equilibro, investigación sobre la armonía, aprovechamiento máximo de los recursos estéticos que ofrece el cuerpo humano, recorrido coherente por los territorios clásicos y abstractos, y enorme vocación son algunas de las características que críticos e investigadores han señalado de su extensa obra nacional e internacional, reconocida con numerosos premios. Una crítica de Le Progrés, de Lyon, destacaba que cada obra de Valeriano Hernández revelaba a un humanista puro, a un artista que deseaba a través de sus esculturas dar forma al mensaje de humanidad y paz.
Tienen razón los que afirman que la escultura de Valeriano Hernández es como una vocación intelectual y sensitiva; lo mismo que quien dijo hace tiempo, que la escultura es para Hernández una prolongación de su vida misma. No se entiende la escultura salmantina sin la figura de Valeriano Hernández, y éste no entiende la vida sin la escultura. Una obra amplia y repartida por el mundo, marcada sobre todo por su devoción por lo clásico, aunque haya “arrebatos”, según el autor, que son guiños a lo abstracto.
Valeriano Hernández ha sido docente y alumno. Maestro de escolares y discípulo de canteros en Carrara, de cuyo mármol está literalmente enamorado, de ahí que año tras año visite las canteras y profundice en el conocimiento del material. Visitas que le han llevado a conocer escultores de todo el mundo y le han permitido dejar su obra en numerosos países: Portugal, Francia, Lituania, Japón, Arabia Saudí, Italia, Bélgica, República Checa. Rusia, Finlandia, etc. Pero también exponer, como recientemente en la sede de la Unión Europea, en Bruselas, invitado por la institución. Pero no sólo mármol. La obra de Hernández es también de madera, como la que recientemente ha tallado en un encuentro de artistas en el Círculo Polar Ártico; y de bronce, como la que los salmantinos pueden disfrutar en las calles de Salamanca dedicada a figuras como San Cristóbal, San Juan de Sahagún, San Marcelino Champagnat o La Virgen de La Salud, entre otras. Es, en este sentido, un destacado defensor de la escultura pública proponiendo concursos al aire libre o escribiendo un libro sobre este tipo de obra en la provincia de Salamanca.
Aquí está, también, ese aspecto intelectual y sensitivo que se apuntaba al principio, que podría encajar en el término pasión. Pasión por la escultura, como parte de su vida, como una prolongación de ésta. Fidelidad a sus principios, búsqueda incansable del equilibro, investigación sobre la armonía, aprovechamiento máximo de los recursos estéticos que ofrece el cuerpo humano, recorrido coherente por los territorios clásicos y abstractos, y enorme vocación son algunas de las características que críticos e investigadores han señalado de su extensa obra nacional e internacional, reconocida con numerosos premios. Una crítica de Le Progrés, de Lyon, destacaba que cada obra de Valeriano Hernández revelaba a un humanista puro, a un artista que deseaba a través de sus esculturas dar forma al mensaje de humanidad y paz.
Santiago Juanes
Contacto: valeherfra@gmail.com